Crisis de adolescencia: ¿qué es y cómo gestionarla?
El periodo de la adolescencia es una etapa importante en la vida por la que todos tenemos que pasar sin una formación previa, ya sea como adolescente, como padres y familiares o como las dos cosas. Este periodo supone una serie de cambios en el comportamiento, en la psicología y en la personalidad de los jóvenes, así como en las relaciones con su entorno familiar, que no siempre son fáciles de gestionar. Muchos padres se encuentran con el dilema de qué hacer cuando un adolescente no quiere estudiar ni trabajar, y esto puede generar conflictos dentro de la familia.
Este artículo está destinado tanto a los padres que quieren entender qué les pasa a sus adolescentes como a los adolescentes que empiezan a experimentar una serie de cambios físicos y de carácter emocional durante la adolescencia y la pubertad. Si estás en uno de los dos casos, en Pixpay te vamos a hablar de qué es la crisis de adolescencia, qué cambios se experimentan en este periodo y te vamos a dar algunos consejos sobre cómo gestionarlos, para que el impacto mental, familiar y emocional de la pubertad sea más fácil de vivir para todos. ¿Quieres saber más? ¡Pues sigue leyendo!
Adolescencia y pubertad: una crisis necesaria
La adolescencia es una etapa de cambios radicales, de búsqueda de una identidad propia y de necesidad de autonomía por parte de los jóvenes… y una de las etapas de mayor estrés para los padres. A través de una serie de cambios físicos y de comportamiento, los adolescentes dejan atrás la infancia para adentrarse poco a poco en la edad adulta, con todas las dificultades que eso supone.
Su personalidad empieza a afirmarse y sus sentimientos cambian, al mismo tiempo que nuevos factores, como la vida social, los amigos, la imagen, etc., empiezan a tener un mayor impacto en los adolescentes.
La necesidad de rebelión contra la familia
Pero a pesar de que tanto padres como adolescentes pueden estar un poco perdidos por culpa de estos cambios, la crisis de la adolescencia es una crisis necesaria y favorable para el desarrollo de los jóvenes. En muchos casos, esto también conlleva el desafío de cómo hacer responsable a tu hijo adolescente. Encontrarse a sí mismo, asumir ciertos sentimientos, gestionar nuevas frustraciones o adaptarse a nuevas normas puede tener ciertos impactos psicológicos que no se debe afrontar con aprensión o miedo.
La crisis de oposición y rebeldía es favorable para hacerles madurar, a explorar y conocer el mundo de los adultos y a asumir e interiorizar unas normas que, sin embargo, también deben ser capaces de cuestionar. La rebelión contra “la familia” es esencial para que el adolescente madure, y un exceso de autoridad paterna puede aplastar su intento de afirmación. Al mismo tiempo, la superprotección o el exceso de permisividad hacen que el adolescente no sepa a qué atenerse, lo que puede complicar su crisis y provocar ciertos trastornos que necesiten la atención de un psicólogo.
Pubertad: despertar sexual, cambios físicos y psicológicos
Los cambios que experimentan los jóvenes con la pubertad están muy relacionados con las hormonas sexuales y suelen llegar entre los 10 y los 14 años. Dichas hormonas tienen un impacto en la mayoría de los adolescentes, y suponen cambios físicos y psicológicos que son más precoces en las chicas que en los chicos:
Cambios físicos: desarrollo físico y sexual
El cuerpo de los adolescentes empieza a madurar sexualmente. En las niñas, el primer signo de pubertad suele ser el desarrollo de los senos, el vello en pubis y axilas y la llegada de la menstruación.
En los niños, la pubertad comienza con el desarrollo de los genitales, el vello en pubis y axilas, el crecimiento muscular y el cambio de voz, así como el vello facial. Tanto niños como niñas pueden tener acné, lo que muchas veces puede conllevar un impacto emocional.
Cambios psicológicos: necesidad de construir su propia identidad
Si la adolescencia es un tsunami a nivel físico, lo es todavía más a nivel emocional. A la crisis de oposición que les enfrenta al entorno familiar, se añade la necesidad de autonomía, de independencia intelectual, emocional e incluso económica. La rebelión contra las normas familiares o institucionales (en las familias, en el instituto, en el equipo de fútbol…) y la necesidad de pasar más tiempo con los amigos, hace que muchos padres tengan la impresión de no reconocer o de estar perdiendo a sus hijos/as. A esto se une, además, un desarreglo emotivo, con una sensibilidad exacerbada o una ausencia aparente de sentimientos, así como múltiples muestras de narcisismo o de egoísmo que rompe por completo con la infancia y que puede parecer una montaña rusa de emociones.
Sentimientos y emociones descontrolados y cambios de comportamiento
El desarreglo emotivo en los niños de entre 12 y 17 años se une a menudo con un sentimiento de inseguridad causado por los cambios físicos y por la falta de confianza en sí mismos. Esto provoca a su vez un sentimiento de angustia y de frustración permanente que se puede expresar mediante una cierta agresividad (enfados, exigencias, irritabilidad, falta de paciencia, peleas con los hermanos…), un miedo exagerado al ridículo y una atención excesiva a su imagen (tanto a la física como a la que transmiten online). Todos estos trastornos emotivos pueden provocar sentimientos de tristeza, apatía, cansancio e incluso trastornos del sueño o del apetito, así como un sentimiento de inferioridad o dificultad para mantener relaciones sociales y tendencia al aislamiento que les complique su día a día.
Comunicación, paciencia y amor: la mejor receta para gestionar la crisis de la adolescencia
La receta para gestionar la crisis de la adolescencia no es complicada, pero supone una buena disposición por parte de los padres y de los adolescentes. Ambas partes van a tener que hacer esfuerzos, ya que si no, el impacto en la vida familiar puede ser muy negativo.
Como padres, no hay que olvidar que también fuimos adolescentes, y que también pasamos por esta crisis, buscando nuestra identidad y enfrentándonos con nuestros padres por temas como la hora de llegada, el uso del teléfono, las notas, el consumo de alcohol, los novios o novias… Seguramente los retos o problemas que tendremos que gestionar en la relación con nuestros adolescentes no serán los mismos (aunque no estarán muy lejos) pero el mundo cambia y nosotros debemos hacerlo con él.
Como adolescentes, no podemos olvidar que el deber de nuestros padres es orientarnos en la vida, darnos consejos e incluso las herramientas para que nos podamos construir como los adultos que seremos mañana, e incluso advertirnos y protegernos de ciertos “riesgos” o “peligros” que por su edad ya conocen. Sin embargo, es normal reivindicar un espacio de crecimiento y una autonomía que hasta ahora no teníamos, así como tener derecho al error.
La receta para una gestión óptima de la crisis de adolescencia
Según la psicóloga asturiana Isabel Menéndez Benavente, los ingredientes principales y básicos para gestionar una crisis de adolescencia de manera sana y equilibrada son:
- Comunicación y escucha: no dudes en informarte para poder informar a tu hijo sobre las cosas que le pueden preocupar o interesar. No eludas temas como drogas, sexo, alcohol, acoso, respeto, política o cualquier otro tema de actualidad, por muy polémico que resulte. Lleva a cabo una escucha activa y mucha comunicación e interésate por lo que dice, respetando sus ideas y ayudándole a desarrollarlas.
- Respeto de su privacidad: ya no es un niño, necesita un espacio personal y poder estar solo, así como tener sus secretos que no comparte contigo. En cambio, tienes que estar alerta sobre si tiene problemas en su entorno, en el cole o en cualquier otro ámbito, ya que los adolescentes suelen ser muy secretos/as.
- Supervisión, pero no control: querer saber dónde está y qué hace tu hijo/a es legítimo, pero no esperes que te cuente todos los detalles, que te llame a cada momento o que te invite a ir con él/ella. Establece ciertas normas, como que puedas contactar con él/ella en caso de necesidad.
- Establece de antemano normas apropiadas: fija una serie de reglas claras (que pueden variar según las familias) pero sé flexible y capaz de ceder algunas veces. Recompensa su buen comportamiento con pequeños premios como dejarle volver un poco más tarde, pero también fija sanciones si es necesario.
- Trátale con el respeto con el que tratas a los adultos, tomándole en serio y sin hablarle como a un niño, sin sermonearle ni hacer comparaciones desafortunadas.
- Intenta que la crítica sea siempre constructiva y no dudes en elogiarle. Dile lo que hace bien y felicítale por ello.
Gestionar la crisis de adolescencia por parte de los padres y de los adolescentes es relativamente fácil si ambas partes hacen esfuerzos por comprender al otro. La adolescencia es un momento de cambios y de ruptura con la infancia, tanto a nivel físico como emocional, y los jóvenes empiezan a desarrollar su propia personalidad independientemente de sus padres. Esto hace que los adultos tengan la impresión de no conocer a su niño y de perderlo, lo que origina situaciones en las familias que pueden tener un impacto en la calidad de vida.
Sin embargo, la adolescencia también es una oportunidad para dedicar tiempo a tus hijos, estableciendo una relación favorable con ellos que sabrán apreciar cuando sean adultos. Si necesitáis ayuda para afrontar este nuevo periodo, no dudéis en acudir a un psicólogo o profesional de la salud mental, buscar información o consejos online o seguir cursos o alguna pequeña formación. No pienses que tu hijo/a ya no te necesita, más bien todo lo contrario. Una mayor participación en su vida, compartiendo tiempo, juegos o actividades con ellos cuando son adolescentes puede mejorar la comunicación y fijar las bases de vuestra relación como adultos. La comunicación efectiva es crucial para resolver y prevenir conflictos. Si te encuentras enfrentando tensiones constantes, te recomendamos leer sobre cómo solucionar conflictos entre padres y adolescentes.